Escrito por Valeska Muñoz
Tras casi dos décadas, Héctor Fierro, egresado de la carrera de Derecho de la Universidad Andrés Bello (UNAB), logró finalmente su sueño de convertirse en abogado. Luego de 13 años trabajando como conductor de Transantiago para poder sustentar a su familia, logró retomar sus estudios y esta vez nada lo detuvo.
“Fui el primero de mi promoción en jurar, tuve buenas calificaciones, cumplí con todo sin perder ningún ramo y aproveché todas las oportunidades que tuve. Fue un proceso largo, pero muy lindo”, cuenta Fierro (38 años), casado y padre de tres hijos.
Actualmente, atiende casos de manera particular, a lo que se suma el apoyo que ha recibido del profesor Juan Nuñez Rojas, quien fue parte del cuerpo académico que lo formó como abogado, y que comparte algunos clientes con su exestudiante.
Sin embargo, sus planes se vieron truncados nuevamente por un accidente que afectó a su familia y que dejó a su hija pequeña en riesgo vital, por lo que volvió a dedicarse al trabajo y a su cuidado. Pero en marzo del 2016, comenzó a concretar el sueño que tanto deseaba cuando ingresó a la Universidad Andrés Bello para estudiar Derecho en modalidad vespertina.
¿Cómo te preparas, después de trece años fuera de la universidad para volver a estudiar?
Primero hice un preuniversitario intensivo, me inscribí un día cuando estaba caminando por la Gran Avenida con mi hija y le dije “¿crucemos?” y me inscribí de inmediato. Lo que quería no era sacar un gran puntaje, lo que quería era estar ahí frente al profesor, retomar el ritmo.
Sin embargo, tuve un buen puntaje y me alcanzó para quedar seleccionado de inmediato en la Universidad Andrés Bello y estudiar.
¿Cómo coordinaste tus horarios de trabajo como conductor del Transantiago con los de la universidad?
Tuve que hablar en el trabajo para cambiarme al turno de mañana, gracias al certificado de alumno regular me dejaron un horario más o menos fijo, porque como conductor no tienes esa posibilidad, no existe. Y tuve que tomar decisiones difíciles en conjunto con mi esposa porque Derecho es una carrera muy demandante.
Fue difícil, me levantaba en promedio como a las 5:15 horas de la mañana y trabajaba hasta las 14:00 horas en Estación Central, después iba a buscar a mis hijas a San Miguel y las iba a dejar a la casa en La Florida. Comía, me bañaba y partía a clases a las 17:30 en el Campus Bellavista, y estudiaba hasta las 22:30 o 23:00 horas.
A veces me quedaba sin metro, a veces las protestas me dejaban sin locomoción, en esos casos llegaba a la casa a la 1:00 horas para levantarme de nuevo temprano y así de lunes a sábado.
¿Cómo vivió tu familia todo este proceso?
Hubo días en que tenía que levantarme y el cuerpo no me daba, en esos momentos mi esposa me daba un empujoncito con la mano para poder seguir, estaba muy agotado y al mismo tiempo feliz, y esa fue mi fortaleza.
¿Cómo fue trabajar como conductor y estudiar Derecho en paralelo?
La gente se extrañaba, lo miraban como algo lejano, pero para mí era un sueño postergado. Un día estaba manejando, antes de que cerraran Bandera, y vi el Palacio de Tribunales y pensé “bueno, hubiera sido lindo, pero ya fue”. Y aquí estoy ahora, como abogado, trabajando con una persona tremenda, Juan Nuñez Rojas, que fue mi profesor.
En la Universidad todos sabían mi historia, mi ritmo de trabajo y a veces mientras manejaba me encontraba con algunos profesores, con la secretaria de decanato, la señora Wilma.
¿Y cómo fue terminar la carrera?
Llegué al quinto año, y la última clase presencial que tuve fue Ética del Derecho, ya que al día siguiente nos avisan que no hay clases y después llegó la pandemia.
Eso significó una disminución en los buses, pero en las empresas de ese tipo es muy difícil que te despidan. Pero un día mi jefe me llamó para hablar conmigo, y me avisó que estaba desvinculado de la empresa a propósito del COVID, pero me pagaron absolutamente todo.
Fue una bendición, porque tuve medio año de dedicación y excelencia en mis estudios, ese fue un cambio en el proceso de mi vida, que se fue ordenando una vez que dejé de conducir.
La diligencia, ser constante y estar siempre en contacto con las personas, llamarlas y por, sobre todo, hablarles de Dios, creo que eso ha sido muy importante para mí.
Ahora tengo una pequeña oficina en la pieza, trabajo con mi notebook y he ido avanzando. Durante las mañanas cuido a mi hijo de cuatro años mientras mis hijas estudian, y mi esposa volvió a trabajar, ella es profesora de inglés. No somos profesionales solamente para ganar dinero o para una satisfacción personal, nos equipamos, aprendemos y trabajamos en nuestros talentos para servir, eso marca la diferencia, servir con amor.