Marisol Camiroaga es alumni y académica de la Universidad Andrés Bello, donde su objetivo se enfoca en aportar para lograr un mundo más justo y equitativo. En su larga trayectoria laboral llegó a ocupar destacados cargos en revistas de Televisa como ELLE, Caras Perú y Caras Chile, entre otras. En esta última lideró como directora al equipo que dio vida al reportaje sobre el caso Karadima y el encubrimiento de la Iglesia Católica, portada catalogada como histórica y que la llevo a ser reconocida como mujer agente de cambio, por el grupo de Mujeres Periodistas de la Comunidad Europea.
¿En qué está hoy Marisol Camiroaga?
Hoy estoy en un punto de inflexión. Y tiene que ver con parte de mi historia reciente. En febrero de 2019, finalizaba una tremenda etapa de mi vida y de las revistas en Chile, cuando Televisa cerró sus puertas después de más 30 años. Tenía dos cargos simultáneos, era Directora General de Revistas y Plataformas Digitales de Televisa y Directora General de Revista CARAS. Comencé en esta casa editora internacional a los 22 años, a los 24 ya era directora de revista ELLE, que en ese entonces tenía como licenciante a los franceces Hachette Filipacchi. Luego, dirigí diversos títulos, algunos de ellos con licencias propias de Televisa y otros, por ejemplo, de Hearst Magazine de Nueva York. Por lo que logré integrar en el ejercicio de la profesión tres miradas como editora: la europea, la norteamericana y la hispana. Un crecimiento impresionante para mí y para formar equipos periodísticos, como también en el cómo entender el negocio. Una mirada integral que sin duda fue incentivada desde el inicio por la formación que tuve en la UNAB.
No alcanzaron a pasar unos meses, poco antes del estallido social, y ya había visualizado cómo quería que fuera mi segunda etapa de la vida profesional, cuando el escenario de los medios de comunicación cambió radicalmente no solo en Chile sino en el mundo: sumarme a proyectos con propósito que me movieran como periodista y comunicadora, con contenidos que fueran coherentes con la nueva agenda mundial que se estaba gestando, y yo quería ser parte de ello. Así, fundé mi Laboratorio de Ideas Comunicación Global, y se fueron concretando proyectos preciosos que me llenaron el corazón. Ingresé como docente en pregrado (cátedra de tendencias) y postgrado (Diplomado en Branding) de la Escuela de Diseño del Campus Creativo de la UNAB; y comencé en la línea de la estrategia comunicacional en una institución tan relevante como Filantropía Cortés Solari (FCS), integrada por Fundación MERI (ciencia al servicio de la conservación para la mitigación del cambio climático) y Fundación Caserta (educación integral para un desarrollo sostenible). No puedo dejar de mencionar en este viaje la inspiración y confianza de Francisca Cortés Solari y también del director de la Escuela de Diseño, Manuel Figueroa. Tanto en UNAB como en FCS estoy hasta hoy, y me mueven profundamente.
¿Qué proyectos tiene para el 2022?
A los 49 años, en agosto del 2021, recibí un diagnóstico: cáncer de mama. Los primeros meses fueron simplemente de sortear un huracán: exámenes, cirugías, miedos, incertidumbres y comenzar el tratamiento de quimioterapia que estoy transitando actualmente. Pero me senté un día, y me pregunté: qué voy a hacer como periodista y como mujer con esto que estoy viviendo, y lo más importante, viendo a tantas mujeres siendo diagnosticadas y en un sistema tan poco empático. A veces el “sistema” es más duro que el propio tratamiento. Jamás voy a olvidar que en las dos mastectomías parciales que me realicé, solo esos dos días, estaban junto a mi cerca de 10 mujeres en la clínica, que se operaban también. Y pensaba, un solo día, en una sola clínica… Y comencé a revisar cifras.
El cáncer de mama es hoy la primera causa de muerte de las mujeres en Chile. Las campañas de concientización, ese “octubre rosa” que se llama, es para incentivar la mamografía. Un examen que en rigor no es preventivo, es para poder diagnosticarlo precozmente, ya que más del 90 % de los casos, si son detectados a tiempo, tienen curación.
Me di cuenta de que una vez que las mujeres son diagnosticadas, el sistema de salud no las acoge de manera integral en la mayoría de los casos y la falta de información es abismante. Entendí lo relevante de una perspectiva de género para enfrentar como sociedad una enfermedad que te da principalmente por el solo hecho de ser mujer.
Así es que además de la docencia en la UNAB y mi rol en FCS, sumé mi propio propósito: ya estoy pronto a lanzar el Primer Podcast de Cáncer de Mama en Chile con Perspectiva de Género.
Volviendo a tu época universitaria, ¿por qué elegiste la UNAB como casa de estudios y qué recuerdo tienes de la universidad?
Era el primer año del regreso a la democracia, 1990. Inteligentemente, mi mamá una noche me entregó la malla curricular de la UNAB, que iniciaba su primera generación de periodistas. Y me gustó el pensamiento crítico.
Tuve el privilegio de tener profesores de primera línea, además profundamente humanos, como Patricia Verdugo y Alfonso Calderón, ambos Premios Nacionales que ya partieron. Y Consuelo Cheyre, que fue quien me sumergió en la maravillosa aventura de las revistas de una forma tan generosa.
Esos profesores se transformaron en mentores para la vida. Y muchos incluso me fueron acompañando en cada etapa de mi carrera profesional.
¿De qué manera la UNAB contribuyó a tu formación de periodista y/o a la profesional que hoy eres?
Recuerdo con orgullo cómo la enorme experiencia de esos profesores fue entregada con rigor y también con un inmenso cariño y generosidad. Así la recibí. Lecciones de vida que me marcaron profundamente. Por eso hoy también intento entregar con esa misma pasión y convicción mis experiencias y conocimientos a los alumnos que tengo en pre y post grado de la Escuela de Diseño. Me mueve estar con las nuevas generaciones y ser desde un rinconcito partícipe de la construcción de un nuevo mundo, justo, equitativo, sostenible, en pleno desafío de cambio climático. Y todo eso es gracias a esta profesión.
El periodismo es mi vida y mi pasión. Y se gestó ahí, en la sede República, junto a tantos compañeros y compañeras que hasta hoy nos abrazamos.
Este 8 de marzo nos acompañarás en la primera conferencia de este nuevo ciclo que estamos creando desde Alumni. Desde tu perspectiva, ¿cómo hemos avanzado y qué nos falta por hacer en cuanto a equidad e igualdad de género?
Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas, es por supuesto la respuesta rápida. Pero la igualdad de género no solo es un derecho humano, es uno de los fundamentos esenciales para construir democracias sólidas y un mundo más sostenible.
Si bien hemos logrado avances, las consecuencias de esta pandemia son preocupantes. Porque ha visibilizado y agravado las desigualdades para las mujeres y niñas; desde la salud y la economía, hasta su seguridad y protección social.
¿Cómo ves a la mujer chilena?
El rol que han desempeñado las chilenas en esta pandemia es desproporcionado y me preocupa profundamente. Por un lado, el trabajo de cuidados no remunerados de las mujeres ha aumentado explosivamente como consecuencia de dos años de clases remotas y también por el aumento de las necesidades de cuidado de adultos mayores y enfermos. Y también son las mujeres las que se ven más afectadas por los efectos económicos del COVID-19, porque trabajan en mercados laborales inseguros. No olvidemos que aproximadamente el 60% de las mujeres trabaja en la economía informal, haciéndolas más vulnerables de caer rápidamente en la pobreza.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) más de un millón de mujeres asegura no tener un trabajo formal remunerado, porque se dedican a labores domésticas en el hogar o al cuidado de niños, enfermos o adultos mayores, que recaen casi siempre en ellas.
Y un tercer punto, es que la pandemia también ha producido un aumento de la violencia contra las mujeres y las niñas. En 2021 se consumaron 48 femicidios. Y al 17 de febrero de este año, ya llevamos ocho femicidios consumados y 16 frustrados.
¿Qué nos falta por hacer?
Tal vez debía ocurrir una crisis tan brutal como la que estamos viviendo, para obligarnos a “re-visarnos”. Desde ese punto de vista, este 2022 lo veo como una gran oportunidad, porque si bien las mujeres han sido las más afectadas, también son la pieza clave en la recuperación de la comunidad.
Colocar a las mujeres y las niñas en el centro de las economías sin duda va a tener mejores resultados de desarrollo y también más sostenibles para todos. Es una oportunidad para tomar medidas radicales y positivas que compensen las desigualdades que tradicionalmente afectan a las mujeres, para construir un mundo más justo, empático, colaborativo y resiliente.
Hay una proyección del Foro Económico Mundial (FEM) que explica el sentido de urgencia: si seguimos haciendo las cosas como hasta ahora, la brecha existente de igualdad de género no se cerrará hasta dentro de –al menos– 100 años. Y al menos yo, quiero trabajar para no tener que esperar un siglo más.
Entonces, resumo cinco desafíos urgentes: mayor participación efectiva en la política; acceso a una educación integral, de calidad y equitativa; el acceso al mercado formal del trabajo con salarios justos; atacar con fuerza la violencia de género; y que la legislación garantice la equidad de género. Y en ese sentido, Chile está en momento histórico con la redacción de la primera constitución paritaria de la historia.
¿Qué obstáculos enfrenta todavía la mujer en su vida profesional?
No nos olvidemos que las mujeres y las niñas son la mitad de la población mundial, por lo tanto, también somos la mitad del potencial de desarrollo. Es importante mirar que en la medida que las niñas entran en la adolescencia, la disparidad de género se incrementa. La clave a mi juicio es la educación, pero la educación más temprana. La brecha de género respecto al futuro de las niñas comienza a evidenciarse entre los 9 y los 11 años, cuando sueñan con su futuro.
Finalmente, también hay una gran tarea pendiente, y es el rol de los medios de comunicación. Aún el 72% de expertos o comentaristas en las noticias son hombres; y 7 de cada 10 mujeres que son fuente en la información están encasilladas en el ámbito familiar y emocional.
Entonces, falta que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad, ya que es en esos espacios donde se deciden los temas y las noticias que se publican y el enfoque que se les da. Y también hay una deuda histórica, se hacen muy pocas notas sobre las mujeres que son noticia, y eso es defecto del criterio periodístico.
Por otro lado, la violencia mediática por razones de género en los medios son prácticas culturales que sí pueden ser transformadas y erradicadas. La transición hacia un nuevo paradigma de la comunicación como derecho necesita debate y reflexión, ser agentes de cambio en la construcción de relatos que respeten los derechos humanos es el desafío.
Pensando en soluciones futuras, pienso que el rol de las universidades en los procesos formativos de los profesionales de las comunicaciones es fundamental, que se incluyan los derechos humanos de las mujeres y la equidad de género, como también la interculturalidad, como contenidos transversales en sus mallas curriculares. Soy una convencida de que el cambio comienza primero en nosotras, y desde ahí trascender e impactar.