Comenzó su camino profesional con una decisión clara: estudiar una carrera corta que le permitiera incorporarse rápido al mundo laboral. Hoy, es fundador y gerente general de Tier1, una empresa tecnológica con presencia en cinco países y proyección internacional. En esta entrevista, rememora sus años universitarios, su paso por corporaciones multinacionales y los desafíos que enfrenta como líder en el rubro informático.
¿Cómo comenzaste tu camino en la ingeniería informática?
Estudié Ingeniería en Computación Informática en la Universidad Andrés Bello, sede República, entre 2002 y 2005. En ese momento era una carrera de cuatro años, lo cual me pareció ideal para entrar pronto al mundo laboral. Tenía solo 17 años cuando salí del colegio, así que entrar a trabajar joven era algo que me motivaba mucho. Para mí, el trabajo es la mejor escuela.
¿Por qué elegiste la UNAB?
Fue una decisión estratégica. Yo soy de Rancagua, así que la ubicación en Santiago era clave. Además, dentro del espectro de universidades privadas, la Andrés Bello tenía un buen prestigio y un enfoque práctico que me gustó mucho. No tenía las mejores notas en el colegio, pero me fue muy bien en la prueba académica, así que pude entrar sin problemas.
¿Cómo recuerdas tus años en la universidad?
Con mucho cariño. Vivía cerca del Parque Bustamante con mi hermana, que estudiaba medicina. El barrio República era bastante bohemio, pero tranquilo. Nunca fui de excesos, lo que ayuda mucho para avanzar en la universidad. Hice buenos amigos, como mi compañero Roberto Parraguez, con quien sigo en contacto hasta hoy. Vimos crecer la infraestructura de la universidad, especialmente los edificios del sector de Sazié y República.
¿Qué profesores marcaron tu paso por la universidad?
Recuerdo especialmente a Héctor Puente, en modelamiento de datos; Vicente Aranda, en ingeniería de software; y Consuelo Castillo, en sistemas. Eran exigentes, incluso duros, pero te formaban con carácter, lo cual agradezco el día de hoy. Me enseñaron a planificar, pensar y a estructurar el trabajo.
¿Qué herramientas te entregó la universidad que sigues usando hoy?
La capacidad de pensar. La universidad me enseñó a tener un pensamiento analítico, técnico y científico. Con eso, uno puede enfrentar cualquier desafío, aunque no tenga todos los conocimientos al principio. Esa base me ha permitido meterme en áreas que van más allá de la informática, solo aplicando lógica, orden y análisis.
¿Cómo nace Tier1 y en qué está hoy la empresa?
La fundé hace casi 15 años, luego de trabajar un tiempo en empresas nacionales y extranjeras. Vi una oportunidad y la tomé. Hoy tenemos oficinas en Chile, Panamá, Perú, Guatemala y Estados Unidos. Somos unas 60 personas y facturamos varios millones de dólares al año.
¿Fue siempre tu sueño tener tu propia empresa?
No exactamente. Trabajar en corporaciones es atractivo por los beneficios y las posibilidades de carrera, pero me di cuenta de que afuera podía aportar más. La UNAB, con su enfoque más orientado a los negocios, me ayudó a ver eso. Después estudié tres años más en la USACH para titularme de Ingeniería Civil en Informática, lo que me dio otra perspectiva más académica.
“Hoy escribo mi propia historia”, aunque el camino del emprendimiento es desafiante, me ha permitido combinar la formación técnica con una mirada de negocios que aprendí desde la universidad.
¿Qué impacto crees que tiene hoy tu empresa en la sociedad?
Generamos empleo de calidad, con baja rotación y buen ambiente laboral. Tenemos gente que lleva más de 10 años con nosotros. Trabajamos con clientes públicos y privados en proyectos de misión crítica —como el Poder Judicial, Impuestos Internos, Banco Central, PDI— que no pueden detenerse. Nuestro aporte está en ofrecer soluciones sólidas, que funcionen siempre.
¿Cómo te imaginas Tier1 en los próximos años?
Quiero profesionalizar aún más la empresa, diversificar los ingresos fuera de Chile —que hoy representa el 80% de la facturación— e incorporar socios o inversionistas que nos permitan expandirnos a nuevos mercados como Colombia o Costa Rica. La meta es llegar a facturar unos 25 millones de dólares anuales en cinco años.
¿Cuáles son los desafíos que ves hoy en el mundo informático?
Uno de los más grandes es retener al talento joven. Los intereses han cambiado, ya no se trata solo del sueldo o el cargo. Ahora buscan flexibilidad, viajes, tiempo libre. Otro desafío es mantener unidades de investigación y desarrollo sostenibles, con equipos comprometidos. Creo que entender a las nuevas generaciones y adaptarse es uno de los desafíos que tiene la industria.